viernes, 22 de agosto de 2014

Para ti.

Las palabras son inútiles, tercas, retorcidas como tornillos que no entran rectos. 
Y me cansan. 
Pero son lo único que tengo.
Para expresar lo que siento.
Y mis palabras me delatan, y me declaro culpable, por amarte de esta forma.
Enloquecida y desenfrenada.

Soy una loca más, una drogada que vive a base de pastillas y decepciones.
Que intentaba sonreír y aparentar que todo iba bien.
Y llegaste tú, como agua en el desierto, para salvar lo poco que quedaba, y darle vida.

Gracias.
Es gracias porque contigo no han habido lágrimas sin sonrisa y eso a día de hoy es un privilegio.
Es un privilegio eso de no arrepentirse de nada.

Viniste con el corazón abierto, dispuesto a amar lo destruido, sabiendo todo el panorama.
Siempre me ha dado rabia todo lo que confío en ti desde el minuto cero, rabia y miedo, por ser yo, que llevaba desconfiando más tiempo del que puedo recordar.
Una desconfianza inútil, porque tampoco me salvó.

Por eso siempre me llamaste la atención, por arriesgarte y amarme a mí, habiendo tantas opciones dispuestas a darte más de lo que quizás yo, te puedo dar.
Has echo de cada herida una cicatriz, y de cada cicatriz un recuerdo bonito que ya poco tiene que ver con la herida.

Y puedo decir que tengo más de 3.000 fotografías a tu lado, 
fotos que demuestran nuestro amor, 
y que siempre quedarán ahí, 
aquí,
como recuerdos de un amor sincero y verdadero.

Y algún día tu nombre quedará plasmado en mi piel, y le contaremos nuestra historia a nuestros hijos y nietos, no creo que sea precipitado, ya que el tiempo vuela y me puedo morir cualquier día,
así que por si acaso,
quiero hacerte saber, 
con palabras, 
que eres el amor de mi vida.