martes, 4 de febrero de 2014

Somos una sociedad insatisfecha.

Tuve un mal día, dice alguien que sacó un 3 en un examen…
Dile eso a los millones de niños y jóvenes que en lugar de estudiar se ven obligados a trabajar en condiciones infrahumanas.
Odio mi cuerpo dice alguien con unos kilos de más (según estúpidas convenciones sociales):
Dile eso a quienes no pueden ver, caminar, oír, o hablar.
Odio mi trabajo.
Dile eso a quienes tienen hijos a los que les duele el hambre porque sus padres ni siquiera pueden ofrecerles un plato de comida.
No soporto tener insomnio dice alguien que no pudo dormir una noche por pensar demasiado.
Dile eso a quienes el dolor físico los mantiene despiertos cada noche.
Mis padres no me entienden.
Dile eso a los huérfanos que darían lo que sea para un abrazo más a los suyos.
El amor de mi vida me dejó.
Dile eso a quienes no hayan amado nunca y darían lo que sea por experimentarlo aún sabiendo que terminará.
Vivimos en una sociedad tan acostumbrada a quejarse por lo que no tiene que olvida ser agradecida con todo lo que la vida les brinda.
Alguien podría escribir sobre esto mejor que yo, con más talento o mejor expresión, reflexiono mientras escribo este texto sumandome a la gran cadena de insatisfechos.
Y luego pienso:
Dile eso a las millones de personas a las que estas situaciones tan dolorosas de la vida ni siquiera les importan.

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